martes, 31 de enero de 2023

Antaño

Aprende español callejeando: Antaño
Calle Mayor



Antaño significa 'en un tiempo pasado'. Se parece mucho a antes, pero cuando la usamos siempre nos referimos a un pasado lejano (mientras que, con la palabra antes, podemos hablar de un pasado lejano o cercano). Es una palabra bastante formal que no solemos usar en las conversaciones

Esta tienda vende dulces tradicionales, muchos de ellos relacionados con las tradiciones navideñas ('de navidad'), como turrones y mazapanes. Como en general ha ocurrido con todos los alimentos, en las últimas décadas los procesos de fabricación de estos dulces se han hecho más industriales, menos artesanales y, por lo tanto, el resultado final no tiene el mismo sabor. Así que por eso este comercio apela a nuestros recuerdos, a los sabores y olores de nuestra infancia (incluso si en nuestra infancia no los conocimos, porque así funciona la nostalgia en la publicidad).

Quizá por esta manipulación de la nostalgia, he notado que últimamente hay muchos restaurantes y tiendas relacionadas con la alimentación que usan nombres de objetos que se usaban antiguamente (o sea, antaño) pero que hace tiempo que dejaron de usarse. Veamos algunos ejemplos:


Aprende español callejeando: Antaño
Ávila (Castilla-León)


Un puchero era un recipiente que se usaba para cocinar, cociendo en agua diversas cosas y muchas veces directamente sobre el fuego, los platos que llamamos de cuchara: cocidos, fabadas, sopas, etc. Actualmente, lo habitual es hacerlos en cacerolas y en un fuego de gas o eléctrico, aunque en algunos restaurantes -los menos- todavía se pueden comer estos platos hechos en puchero. Sin embargo, no creo que un local de comidas para llevar como el de la imagen cocine en puchero; el nombre es solamente un reclamo publicitario.

Lo que parece que se ha puesto de moda últimamente es el café de puchero, que se hace de modo similar a como se hace una infusión. 


Aprende español callejeando: Antaño
Calle Cristóbal Bordiu


Justamente, cuando la gente cocinaba con pucheros encima del fuego (de su casa o en el exterior), solía usar una trébede: un aro (una circunferencia hecha con un material duro, en este caso de hierro) o un triángulo con tres patas que se ponía sobre el fuego. Sobre esta trébede se colocaba el puchero. Si te fijas en la imagen, a la derecha del nombre del comercio hay dibujada una trébede.

Aunque estoy hablando todo el tiempo en pasado, lo cierto es que se pueden comprar trébedes fácilmente en Internet. Eso puede ser porque a mucha gente le gusta seguir cocinando en su chimenea o porque, con los precios actuales de la energía eléctrica y el gas, algunas personas están volviendo a cocinar en el fuego. Pero en fin, estoy segura de que el comercio de comida para llevar de la imagen de arriba no usa trébedes: cocinar al fuego es lento y trabajoso.


Aprende español callejeando: Antaño
Calle de Apolonio Morales


Ahora no hablamos de un objeto para cocinar, pero sí de un restaurante con un nombre de un objeto en desuso ('que ya no se usa o casi no se usa'): el quinqué. Esta palabra se usa para unas lámparas portátiles que se alimentan con petróleo o con aceite y que se usaban muchísimo antes de que se generalizase el uso de la electricidad.

Actualmente se siguen vendiendo quinqués, que la gente usa como objeto de decoración. Pero ¡quién sabe si no tendremos que volver a utilizarlos en algún momento!

¿Por qué este restaurante se llama así? La luz que transmiten las velas y los quinqués es mucho menos intensa, más íntima que la mayoría de las bombillas eléctricas. Yo creo que con ese nombre quieren darnos esa imagen de intimidad, de bienestar.

Y llegamos a un último ejemplo, un local que me gusta mucho:


Aprende español callejeando: Antaño
Calle Manuela Malasaña


Esta lechería es especial: la leche es fresca y la traen desde un pueblo de la Comunidad de Madrid. Puedes llevar tu propia botella y te la llenan con la cantidad que quieras. También puedes tomarte allí mismo un vaso de leche, y también venden otros productos ecológicos y preparados de forma artesanal.

Por eso le va muy bien el nombre: un cántaro es el recipiente (de metal o de barro) en el que antiguamente se transportaba la leche.

Este nuevo tipo de lecherías me recuerdan mucho a algo que existía hace muchas décadas en Madrid y en otras ciudades: las granjas, de las que te hablé hace tiempo en la entrada Granjero busca campero. Quedan pocos recuerdos en Madrid de ellas, pero hace unos días me encontré con esto:


Aprende español callejeando: Antaño
Calle Duque de Liria



En estas granjas vendían sobre todo leche y, como dice el cartel, productos derivados de la leche (lácteos).

El negocio que hay ahora debajo del cartel no tiene ya nada que ver con él, es un estudio de diseñadores, pero han tenido el buen gusto de conservar el cartel antiguo. Yo creo que estos carteles forman parte de la historia de las ciudades, igual que los edificios o la memoria de sus habitantes, por eso está muy bien que se conserven, si no todos, algunos. Además, eran comercios individuales, cada uno con su estilo y su propio nombre, su propia imagen, a diferencia de lo que ocurre ahora en el mundo occidental, porque todas las ciudades están llenas de los mismos carteles de negocios multinacionales. ¿Qué te parece a ti?


¿Has observado tú también esta moda nostálgica en el lugar donde vives? ¡Cuéntamelo si es así! ¡Hasta pronto!







sábado, 14 de enero de 2023

Flora y fauna

En una ciudad como Madrid, en la que el cemento y el ladrillo (los dos principales materiales para la construcción) cada día van tomando más espacio, algunas personas que sienten la ausencia de elementos naturales intentan compensarla con naturalezas muertas. Y así, en algunos muros, inesperadamente, vas encontrando flores y árboles:




Aprende español callejeando: Flora y fauna
Calle de Mira el Sol


Aprende español callejeando: Flora y fauna
Calle del Nuncio



Aprende español callejeando: Flora y fauna
Calle de los Mancebos

Aprende español callejeando: Flora y fauna
Calle de los Mancebos


Encontramos flores en los nombres de algunas calles, y a veces estos nombres están en un azulejo y acompañados de un dibujo:


Aprende español callejeando: Flora y fauna

Aprende español callejeando: Flora y fauna



También nos traen flores algunos escaparates, como el de esta farmacia, con un mensaje dirigido a quien pase por ahí y quiera sentirse aludido:


Aprende español callejeando: Flora y fauna
Calle Santa Engracia


Otras tiendas tienen nombre de flor, como este herbolario y parafarmacia, que se llama con uno de mis nombres favoritos de planta:


Aprende español callejeando: Flora y fauna
Calle Maudes


La palabra milenrama es compuesta y tiene tres partes: mil en rama. Esta planta se llama así porque sus flores son muy, muy pequeñitas y salen muchas muy juntas en cada rama. Otro caso de flor con una palabra compuesta y muy bonita es la (o el, es una palabra que admite los dos géneros) nomeolvides. ¡Este sería un buen nombre para una floristería!


Por último, hay personas que llevan su añoranza de la naturaleza a sus pintadas:


Aprende español callejeando: Flora y fauna
Calle Bravo Murillo

La palabra flora es femenina y se usa para nombrar el conjunto de las plantas de una zona o un tipo de paisaje; la palabra fauna (también femenina) es también un nombre colectivo para el conjunto de los animales de una zona o tipo de hábitat. Así, por ejemplo, podemos decir: Esta región tiene la flora y la fauna más variadas de Europa. Las dos son palabras con las que hablamos de colectivos y que usamos en singular, aunque se refieren a muchas plantas o a muchos animales.

La pintada de arriba tiene su gracia: generalmente identificamos las plantas y flores con lo más delicado de la naturaleza, mientras que los animales pueden ser más salvajes y peligrosos. Así que la persona que escribe ve a la persona amada (porque creo que es un mensaje de amor) como alguien muy bello y delicado, pero se ve a sí misma como alguien con instintos más animales.


Igual que en las ciudades, pueblos y campos, las flores están presentes, por supuesto, en el lenguaje de cada día, de forma metafórica. Por ejemplo, en la expresión informal echar(se) flores, de la que te hablé en la entrada Échale guindas al pavo. Pero hay más, aquí tienes algunas:


Aprende español callejeando: Flora y fauna



Pero si hablamos de metáforas relacionadas con la palabra flor, quizá lo más curioso sea la diferencia entre los dos verbos que proceden de ella: florecer y aflorar

Florecer se usa para nombrar la acción de dar flores una planta o un árbol. Por ejemplo: Los almendros suelen empezar a florecer en febrero. Su uso como metáfora es frecuentísimo, en el sentido de 'crecer en número, en importancia o en riqueza', y se usa mucho para hablar de negocios o sectores económicos. Veamos algunos ejemplos en la prensa:

Cayo Paredón Grande florece como destino turístico en Cuba (www.prensalatina.cu)
En Zimbabue, los salones de billar florecen en bares, terrazas frente a tiendas y en casi cualquier espacio abierto                                     (www.telemetro.com)


Aflorar, en cambio, es 'surgir, aparecer de debajo de la tierra, brotar', tal como hacen las plantas, pero se suele usar básicamente para rocas, piedras o agua que no estaban a la vista y aparecen. En su uso metafórico, indica que algo que estaba oculto, que no se veía, aparece; como normalmente relacionamos lo oculto con lo negativo, muchas veces afloran cosas negativas, pero no siempre es así. Un par de ejemplos:

 

En la guerra aflora la parte más oscura del ser humano, pero también brota lo mejor de cada persona

(www.diariosigloxxi.com)


La pandemia aflora nuevas mujeres emprendedoras

La tasa de creación de proyectos liderados por mujeres supera por primera vez a los pilotados por hombres


(www.elpais.com)


Bueno, pues yo creo que ya tenemos suficientes flores por hoy, ¿no? Aunque... no estaría mal que me echaras flores en los comentarios, que he trabajado mucho en esta entrada. ¡Hasta pronto!




lunes, 2 de enero de 2023

La mar salada

Este año comenzamos nuestros paseos fuera de Madrid, ya que vamos a hablar del mar. Nos vamos a la costa cantábrica,  y en concreto a estas dos comunidades autónomas: Asturias y Cantabria.


En el pequeño pueblo de Puerto de Vega (Asturias) hay un rincón que recuerda el pasado ballenero de esta zona, es decir, recuerda que durante un tiempo la caza de las ballenas fue uno de los modos principales de ganarse la vida:

La mar salada
Puerto de Vega (Asturias)


Se exhiben también enormes huesos de ballena. En la siguiente foto puedes ver uno de ellos, y a la derecha unas perchas donde los niños de un colegio del pueblo han dejado unos mensajes escritos en botellas (bueno, en este caso son pequeñas ballenas):


La mar salada
Puerto de Vega (Asturias)


Estos son algunos de los mensajes:


La mar salada
Puerto de Vega (Asturias)


Este podría ser uno de nuestros principales deseos para el año que ha comenzado, ¿no te parece? Y lo expresa con la forma que + subjuntivo, que puedes ver en otras muchas expresiones de deseo aquí: Deseos de Año Nuevo.


La mar salada
Puerto de Vega (Asturias)


El mensaje de Lucas no sé si lo puedes leer bien, así que lo escribo: Hay que soltar los peces pequeños para que sobrevivan. En Puerto de Vega todavía se pesca, y este mensaje va dirigido a los pescadores (¡ojo!, no confundir a los pescadores, los que cogen el pescado, con los pescaderos, que son los que lo venden). Cuando los pescadores tiran sus redes al mar, cogen peces de todos los tamaños; Lucas pide que suelten (que dejen libres) a los que todavía son pequeños porque esta es la manera de no acabar con las especies.

El otro mensaje, el de Lucía, es corto y claro. Ya sabemos mucho sobre el daño que la basura que llega al mar, entre otros, que terminando nosotros mismos comiendo esa basura, en especial los microplásticos, los pequeños trozos de plástico que terminan comiendo los peces y, por lo tanto, nosotros.

Por eso me gustó mucho ver, en otro pueblo de la costa cantábrica, que al lado de cada imbornal (lo que se pone en el suelo de muchas calles para que el agua de lluvia no se acumule), habían puesto una pequeña placa con una advertencia muy clara y sencilla


La mar salada
Santoña (Cantabria)


Claro, cualquier papel, colilla, plástico, etc. pequeño puede entrar por aquí y terminar en el gran basurero, que es en lo que estamos convirtiendo el mar.

¿Te has fijado en que los carteles dicen la mar y no el mar? Seguro que ya has oído decir que, aunque el uso general y más neutro es el masculino, en las zonas costeras se usa mucho más el femenino, y especialmente lo usa la gente que trabaja en algo relacionado con el mar. También en la poesía es frecuente el uso del femenino. Todo eso es verdad, pero hay dos cosas más que debes saber. 

Primero, que en plural solamente se usa el masculino; por ejemplo: Me he bañado en todos los mares de Europa.
 
Segundo, que hay combinaciones de palabras fijas y expresiones en las que siempre usamos la forma femenina:

- Las palabras altamar (también alta mar, en dos palabras; se usa para la parte del mar que está lejos de la costa) y bajamar ('marea baja o tiempo que dura la marea baja, o sea, el descenso, la bajada del nivel del mar') están formadas con los adjetivos femeninos alta y baja. Y son, también palabras femeninas: la bajamar y la altamar.

- La expresión ¡Pelillos a la mar!, que tienes explicada casi al final de otra entrada de este blog: Callejeando por Colmenar del Arroyo.

- La expresión La mar de... para hablar de una cantidad grande, que también te expliqué ya en la entrada Tela marinera.

- El nombre del bar de esta foto (con la que volvemos a Asturias) nos recuerda otra expresión, en este caso malsonante pero no demasiado, que usamos con la forma femenina:


La mar salada
Ribadesella (Asturias)


Para expresar sorpresa o enfado, es frecuente el uso de las exclamaciones ¡Me cago en la mar!, ¡Me cago en la mar salada! o ¡Me cago en la mar serena! (o con una forma más suave, en lugar de ¡Me cago!, ¡Mecachis! o ¡Mecachi!), todas en femenino. Te decía antes que estas expresiones son vulgares, sí, pero no son tan fuertes como otras frases que empiezan con ¡Me cago en...!, y que continúan, por ejemplo, con palabras relacionadas con la familia de alguien o palabras con referentes religiosos.


Mar es una de esas palabras que se llaman ambiguas en relación con el género, o sea, palabras que se usan en forma masculina o femenina sin que cambie su significado. Pero no es la única: calor, maratón, y reúma son también palabras ambiguas en este sentido. Y en los últimos tiempos tenemos algunas nuevas: por ejemplo, Internet y COVID-19.


Y aquí me despido. ¡Ojalá haya más conciencia y a partir de este año podamos disfrutar de un o una mar más limpia! ¡Hasta pronto!